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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Historias de un Entrenador de Formación: el caso del error en los horarios

Por Jorge

La vida del entrenador de formación da para un libro… y para tres o cuatro. Así pues me aventuro a iniciar aquí la publicación de algunas historietas propias y ajenas, veremos cuanto dura la aventura, omitiendo nombres por supuesto, para evitar que nadie se sienta ofendido.


¿Qué entrenador no puede recopilar batallitas de su trabajo diario? (foto: fabhuelva.org)

La primera aventura conozco como empezó, pero veremos como continuará en el futuro inmediato, y es que tiene que ver con un partido que tenía que haberse jugado y que todavía no lo ha hecho.

Todo comenzó un sábado como otro cualquiera, en una localidad del sur de la Comunidad de Madrid. Entrando por la puerta de las instalaciones, el entrenador visitante observa como sus jugadores están calentando a la vez que es abordado por un joven desconocido que en nombre de la autoridad de la instalación deportiva, insta a que los jóvenes jugadores de su equipo abandonen la pista para que puedan calentar otros pues la hora del partido es posterior según “su cuadrante”.

Perplejo, el entrenador de marras y sin mucho tiempo para reaccionar, le dice que su equipo calentará hasta que aparezca el árbitro de la contienda y que el dictará sentencia acerca de cual es el horario de juego. Sin ánimo de diálogo, el responsable del pabellón ni corto ni perezoso amenaza con llamar a la policía. “Pues llámela”, responde lacónicamente el entrenador.

Ahora toca averiguar que pasa con el partido, así que el entrenador habla primero con el entrenador visitante del otro partido que tiene el mismo horario, y llegan a la conclusión de que, o se equivocó la federación o se equivocó el equipo local a la hora de tramitar los horarios de los partidos.

El entrenador local le pasa a nuestro protagonista, el teléfono de un responsable del club local que denominaremos D.T., y que con voz ligeramente alterada, reclama que el partido se dispute un par de horas después. A lo cual, nuestro entrenador no tiene otras palabras que decir aquello de “dependerá del árbitro y la anotadora del partido”.

A todo esto, ya ha aparecido el árbitro del otro partido y el afectado por el “cambio horario” sigue sin aparecer aunque quien si hace acto de presencia es la autoridad, que con muy buenas maneras trata de averiguar que está sucediendo, cuadrante en mano. A lo que el entrenador afectado se limita a decir lo mismo que ya le dijo al responsable de la instalación, hasta que no llegue el árbitro que confirme o desmienta el horario, no se abandonará la instalación no sea que luego se establezca una incomparecencia o váyase usted a saber que más.

Entendidas las explicaciones, la policía pide que se abandone la pista para que puedan calentar los equipos del “otro partido”, y así el entrenador visitante cede enviando a sus jugadores a la grada mientras espera la llegada del árbitro… pero quien primero llega es la anotadora del partido que confirma que su asignación arbitral esta prevista para el “horario original”. Entonces, ¿quién se equivoca?

Mientras llega el árbitro, aparece D.T. que pide nuevamente al entrenador visitante que se espere para jugar a las 18.30 y así evitar que se tenga que volver otro día para la disputa del partido. Ante dicha petición, el entrenador visitante explica que acatará lo que el árbitro decida, a lo que D.T. con muy malos modos responde que su equipo saldrá perjudicado porque la federación les hará volver debido a que el error ha sido de la federación a la hora de poner los horarios en su web y que en cualquier caso, “las dos palizas no nos las va a quitar nadie” (sic).

Justo después de esas palabras provocadoras, el entrenador visitante recibe la llamada de un compañero pues ha sido alertado de lo que sucede por un jugador. Cuando se le relata lo que sucede, incluido las últimas palabras de D.T. su sorpresa también es mayúscula y quedan en volver a hablar.

Por fin llega el árbitro con el “horario original” en su asignación y viendo el panorama consulta si se pueden jugar los dos partidos a la vez en pista situadas a lo ancho, pero el entrenador visitante del otro partido y hablando con “su árbitro” estima que no tienen las dimensiones adecuadas por lo que se descarta esa posibilidad.

D.T. utiliza el mismo tono amenazante con el árbitro, y ante la decisión de éste de suspender la celebración del partido, opta por firmar el acta bajo protesta… algo que no termina de entender el entrenador visitante pues si le asiste la razón y su equipo envió correctamente los horarios, no tiene nada que temer, pues asumirá la federación su error y se establecerá el día y hora correspondiente para que finalmente se pueda jugar el partido.

Recogida el acta con su escrito a la vuelta, el entrenador visitante se dirige a un vestuario para dar la explicación oportuna a sus jugadores… con la mosca detrás de la oreja, pues si tan confiados estaban en el equipo local de que su horario era el adecuado, ¿cómo es que su equipo estaba realizando el calentamiento en el “horario original”?

Algunos jugadores comentan al entrenador visitante que el mejor jugador del equipo rival está “tocado” y que quizás toda la estratagema se haya hecho a propósito para evitar la disputa del partido y contar con su concurso en la posterior fecha que se pueda establecer. ¿A tanto pueden llegar los responsables de un equipo aficionado de formación?

Resumiendo, tarde de baloncesto pérdida en el limbo, llena de despropósitos, policía y artimañas varias, que terminará por resolverse en la futura fecha que estime la federación de baloncesto.

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