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lunes, 23 de abril de 2018

Libro de Baloncesto: “Altísimo. Un viaje con Fernando Romay”

Por Jorge

En el día del libro BA-LON-CES-TO vuelve a recomendar una lectura de baloncesto: “Altísimo. Un viaje con Fernando Romay” de Jacobo Rivero, editado por Ediciones Turpial en 2013.

El libro es un relato de la trayectoria deportiva, pero también vital, de Fernando Romay, leyenda del baloncesto español de los años 80. Y en él se incluye un prólogo de un compañero del protagonista, Juan Manuel López Iturriaga, y un epílogo de Paco Torres, director durante muchos años de la también mítica revista “Gigantes del Basket”.

La narración del camino de Romay por el baloncesto se enriquece también con detalles históricos de una época (el abismo que separaba la vida de La Coruña y Madrid cuando llegó al Real Madrid), y eso ayuda también a poner en perspectiva lo que suponía entonces tener una estatura tan poco habitual en una España de otro tiempo.

Jacobo Rivero aprovecha la figura de Romay para hacer proselitismo de una filosofía de vida basada en el baloncesto. Y ya en la introducción unas palabras de José Manuel Calderón en las que el jugador extremeño de la selección española habla de ganar medallas pero también de ser ejemplo para los jóvenes, le sirven para añadir que esa tarea no termina cuando un jugador se retira, sino que debe continuar también después “para que este deporte que tanto amamos siga atrapando a más admiradores, aficionados y futuros jugadores” (…) “que crean que el baloncesto es un buen lugar donde convivir y que, además, servirá para hacer mejores personas”.

El texto está salpicado de anécdotas como la consecuencia de unas palabras que dijo Santiago Bernabéu el día que se lo presentaron, y que demostraba el control y la jerarquía que se tenía por entonces en el Real Madrid, y que alcanzaba incluso al primer coche que pudo comprarse.

El libro además de dedicar espacio a los títulos que jalonan su palmarés, también se ocupa devenir baloncestístico de aquellos tiempos, impactando especialmente los párrafos dedicados al accidente mortal de Fernando Martín, que por cierto, no paró ninguna clase universitaria como se dice por cuanto ocurrió un domingo por la tarde, y ni tan siquiera entrenamientos, aunque es verdad que uno que lo vivió, recibió el impacto al poner la televisión después de venir precisamente de jugar al baloncesto.

Romay califica al baloncesto de los 80 como romántico, con los míticos enfrentamientos contra el Barcelona y todo lo que llevaban emparejado, los viajes por Europa, o la relación de camaradería que existía con los periodistas deportivos.


El autor antes de revisar la trayectoria con la selección hasta la famosa medalla de plata olímpica, repasa la otra cara de Romay, su versión de televisiva y mediática con sus inicios en la televisión en 1993 de la mano de Emilio Aragón (mientras aún era deportista en activo), y su relación con los comentarios deportivos para la radio y la televisión. Y en este caso entre otros nombres se destaca la figura de Pedro Barthe, voz del baloncesto en televisión española durante más de dos décadas.

Luego retomando la parte deportiva con la participación de pívot madridista en el equipo nacional, vuelve alguna anécdota como una curiosa frase de Ignacio Pinedo, entrenador suyo en su etapa júnior con la selección española. Y se desgranan algunos detalles de la trayectoria que llevaría a cosechar varios éxitos en mundiales (Cali 1982) y europeos (Nantes 1983) que culminarían con la medalla de plata de los juegos de Los Ángeles en 1984.

Por cierto, al mencionarse los diferentes boicots deportivos provocados por motivos políticos, se indica que la ausencia de Estados Unidos en los juegos de Móscú (1980) privó de ver a jugadores como “Magic” Johnson, Larry Bird o Isiah Thomas. Siendo cierto en el último caso, no lo es en los dos primeros, pues tanto Johnson como Bird ya eran jugadores profesionales tras su primera temporada en la NBA (1979-80), y los profesionales estadounidenses estaban vetados en los juegos olímpicos.

Luego el libro continúa relatando las andanzas de la selección española, la salida de Romay del Real Madrid, y su paso por los modestos equipos de Ferrol y Zaragoza, donde acabaría su carrera deportiva en 1995.

El último capítulo está dedicado al recuerdo de personas allegadas del mítico jugador con sus propias palabras, y entre las que destaco unas sobre el también legendario Mirza Delibasic, de quien dice que “nos hizo entender otra forma de ver y de estar en el baloncesto: no podías vivir el baloncesto si no vivías la vida. Era una filosofía existencial, a la que dedicaba el 100% de su energía, ya fuera tomando unas cañas con el equipo o con los aficionados, dentro de una cancha jugando o sentado en el banquillo.” Sin duda una estupenda filosofía de vida la del baloncesto.

Lectura recomendable para quienes quieran conocer al personaje público, al deportista, y la que fue una época fundamental para el desarrollo del baloncesto.

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