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Por Jorge
Un clásico de esta sección son esas canastas dejadas de la mano de dios, solitarias, pocas veces ocupadas por alguien jugando, y ésta que aparece aquí es otro ejemplo que ilustra también los tiempos que vivimos. Tiempos en los que jugar en la calle es rara avis, tiempos en los que el asfalto y el ladrillo ocupan cualquier espacio, y las administraciones no tienen entre sus prioridades fomentar la actividad deportiva en los barrios o en los pueblos, más allá de aquella cuya organización suponga una monetización, ignorantes de que esa inversión en salud será rentable después.
Jugar en la calle pasó a la historia. Ahora hay que apuntarse a un gimnasio, acudir a una piscina, entrenar en un club deportivo… cuando jugar siempre fue y puede seguir siendo gratis. Sólo se necesita un espacio (esa canasta para los baloncesteros) y ganas de querer hacerlo.
A todos los que todavía salen a esas canastas que están al aire libre para jugar, felicidades. Y sigan disfrutando.
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