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domingo, 2 de noviembre de 2025

Partidos interminables

Por Jorge

Hace algunos años, y puede que todavía para muchos, una queja habitual acerca del visionado de la NBA estaba en la duración excesiva de sus partidos. Tiempos muertos por doquier, interrupciones para todo, para que las televisiones metan sus anuncios, para que los patrocinadores se luzcan en la pista con todo tipo de juegos para entretener al público, y en definitiva para redondear todo un espectáculo que va más allá del baloncesto, que en realidad era, y debe ser, lo que interese a los aficionados.

Ahora, aquella “maldición temporal” que sufrían los que veían partidos NBA en directo se trasladó al baloncesto FIBA… pero sin completar el añadido de “espectáculo” que rodeaba aquella excesiva extensión temporal. Así, raro es el partido de ACB, Euroliga o cualquier otra competición internacional que no supere las dos horas, copiando aquí lo del tiempo muerto de televisión, y con parones continuos que no dan mucha fluidez al juego. Y no digamos ya si al tiempo de partido (40 minutos reglamentarios) sumamos el calentamiento y prolegómenos iniciales para quien lo vive en la cancha o las reflexiones y análisis previos de quien lo mira por la televisión.

Recuerdo que un reconocido e histórico comentarista español de la NBA dijo una vez cuando hablaba de la queja de algunos sobre la duración de las buenas películas, que si realmente lo eran no tenía sentido ese lamento, y que a él no le molestaba esa supuesta duración excesiva, más bien al contrario, si tan buena es, cuanto más dure… mejor. Y no es mala reflexión que se puede aplicar para otros entretenimientos. Aquellos a los que nos gusta leer, por ejemplo, tenemos en común esos libros que nos atrapan desde el principio, y que de buenos que son (al menos para nosotros), llegamos a un punto en el que los leemos poco a poco deseando que no se acaben nunca.

La misma idea se podría aplicar al baloncesto. Si el partido es bueno da igual si dura más de dos horas… siempre que sea de juego, claro, porque por desgracia estamos asistiendo a partidos que tienen más de “extras” que de juego real. Y ya no digamos cuando el partido es menos bueno (para mí nunca hay partido malo porque siempre se pueden sacar “detalles” de calidad), entonces, alguno seguro que se queda con la sensación de que perdió su tiempo.

En esta época de exorbitante oferta de entretenimiento (y a la “carta”), y también de falta de atención y paciencia, que la duración de los partidos se alargue tanto muchas veces, sobre todo cuando no se debe propiamente al juego, seguro que no ayuda para enganchar a nuevos aficionados, y hasta para mantener a los que ya lo son.

Un partido puede ver alargado su tiempo “normal” con parones de todo tipo. Por todas esas revisiones arbitrales de “motu proprio” de jugadas a las que luego sumar las que son pedidas por los entrenadores. Algunas de las cuales, vistas por televisión a través de múltiples ángulos, parece que llevan más tiempo del que realmente sería necesario.



También tenemos el aumento de los parones que son fruto de los lanzamientos de tiros libres, que cada vez parece que se tiran en más ocasiones. Por ejemplo, en la pasada jornada número cuatro de la liga ACB se lanzaron una media de 50 tiros libres por partido, muchos me parecen a mí. Y en este punto permítaseme la digresión para referirme a esa queja, también común en muchas pistas, de esos entrenadores o jugadores que miran al marcador para “señalar” a un árbitro que se les pitó X número de faltas y al otro equipo ninguna o menos. Basta ya. Vale, que en un juego tan físico como este parece raro que en un lado de la pista se den más faltas que en el otro, pero ¿es posible? Por supuesto. Aún así no dejaremos de escuchar en rueda de prensa posterior a un partido los lamentos de entrenadores porque el otro equipo tiró muchos más tiros libres que el suyo. Como si tuviera que existir una regla no escrita de que se tienen que pitar tantas faltas para un equipo como para otro. Tonterías.

Volviendo a las paradas continuas del tiempo de juego o mejor dicho al aumento de la duración de un partido, el único caso aceptable es el de la igualdad que obligue a jugar prórrogas. Todo lo demás no es juego, es accesorio y no ayuda al divertimento si cada dos por tres hay interrupciones que alejan al aficionado. Demasiados tiempos muertos, demasiadas revisiones arbitrales y en definitiva ese poco control del tiempo que está fuera de los 40 minutos, extendiendo estos hasta el infinito y más allá, cuando lo importante debería ser mantener intacta la integridad del juego y tener en cuenta que el jugador (y el espectador) lo que quiere es eso: juego.

Continuará...

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