Por Jorge
Arbitrar un partido de baloncesto es una tarea difícil, ingrata y que muy pocos por no decir casi nadie es capaz de hacer sin cometer errores que disgusten a unos y otros. Si alguien tiene alguna duda le animo a que se lea el reglamento, coja un silbato y pruebe a arbitrar un partido.
Todos hemos leído, visto o escuchado las campañas en defensa del arbitraje frente a la mala educación de aquellos que se quejan de errores que ellos mismos cometerían. El presente artículo pretende seguir lanzando un mensaje de apoyo necesario, pero también recriminar a aquellos árbitros que no cumplen con un compromiso mínimo en el ejercicio de sus funciones.
Me explico. Hoy hemos “sufrido” (público, jugadores, entrenadores e incluso el mismo anotador) una actitud poco deportiva de un árbitro de baloncesto. El susodicho ha dirigido el partido desde el medio campo, andando, y con la chaqueta puesta porque tenía frío en un pabellón a las 12.30 de la mañana (hora de inicio del partido).
Para que os hagáis una idea. Ha llegado a no ir a una línea de fondo para “obligar” como dice el reglamento a tocar el balón y pasárselo a un sacador que nos ha costado un contraataque y canasta fácil del rival.
Canasta anecdótica aparte y obviando que el frío es una sensación subjetiva y que por tanto no se puede juzgar a la ligera, lo cierto es que si no te mueves, esa pasividad unida a errores inevitables que se van a producir en un juego tan difícil de juzgar van a dar un aire de chulería (que seguro que no buscaba el árbitro) a su tarea y van a añadir más madera a las habituales protestas de padres, jugadores y entrenadores.
¿Es esa la imagen que la escuela de árbitros quiere que den sus miembros?
Leo en Rearbitrando (buen blog de análisis de labores arbitrales) una breve encuesta en la que se les pregunta a los jóvenes árbitros cuales son sus motivaciones para dedicarse al arbitraje. El sondeo (si se puede llamar así a una muestra tan pequeña de tan sólo 22 respuestas) arroja que la mitad arbitra para hacer deporte y el resto por el dinero, para impartir justicia (que poético) y por otras motivaciones personales (no estaría mal que nos aclarara el autor del blog a que motivaciones tan genéricas se refiere).
Intuyo que el árbitro de hoy hace demasiado deporte durante la semana y llega “valdao” al partido del domingo porque sino no se entiende esa actitud, o tal vez su motivación sean las pelas, o impartir justicia cual “Perry Mason” de las canchas.
Repito que acepto y comprendo los errores por muy en contra que sean de mi equipo, entre otras cosas porque yo cometería los mismos o más, y porque eso no esconde los errores que cometemos los entrenadores y los jugadores. Pero un árbitro como cualquiera en otras tareas, tiene que cumplir dos requisitos mínimos: responsabilidad y compromiso. Si no tienes interés, ni realizas un esfuerzo físico y mental mínimo es muy probable que tu porcentaje de errores sea mayor. Si no tienes ganas de arbitrar, déjalo.
El que esto escribe ha asistido al algún curso “informal” de arbitraje para poder arbitrar en ligas municipales (en las que he arbitrado y no descarto que siga haciéndolo) y por supuesto como entrenador también he recibido alguna asignatura relativa al reglamento. En alguna ocasión he escuchado (y frecuentemente lo dice el narrador de los partidos de televisión española como antiguo árbitro que es) que un partido lo juegan tres equipos: el equipo local, el equipo visitante, y el equipo arbitral. Hablar de equipo arbitral es una buena manera de respetar y valorar su tarea pero si es el propio árbitro el que no respeta el juego…
Campaña de captación arbitral de la Federación Madrileña de Baloncesto.
¿Cuánta gente justifica sus errores a partir de las actuaciones de los árbitros? Y no me refiero sólo al deporte profesional (que bastante daño hace al deporte amateur) por desgracia.El interés por el arbitraje (en cualquier deporte) es mínimo: las pelas no justifican el aguante que hay que tener para soportar ser tratado como un muñeco de trapo que recibe insultos (en el mejor de los casos) y otras lindezas.
No me extraña que después de haber visto escenas de todo tipo (amenazas varias, pinchazos de ruedas de coche, agresiones con resultados bastantes nefastos, insultos tan variados que darían para rellenar las mismas hojas que tiene la Biblia, etc.) el número de árbitros caiga en picado. A los osados valientes: ¡chapeau!
La escasez de árbitros lleva a que unos pocos tengan que pitar hasta seis o siete partidos cada fin de semana, lo cual no es una perspectiva muy halagüeña y que permiten entender la dejadez de algunos. Pero es que además eso supone que se rebajen los criterios de selección arbitral. ¿Quieres arbitrar? Pues toma un reglamento, un silbato y para dentro, y como nadie tiene paciencia, pues el chaval las pasa canutas en sus primeros partidos y lo deja. ¿Tiene la culpa de eso? Para nada. La culpa es de la mala educación, y aquí lo dejo porque me meto en un jardín que daría para escribir una tesis.
Si tienes ganas de añadir alguna idea, opinión, y sobre todo solución, estás a tiempo de hacer tu comentario. Quien sabe, quizá desde esta modesta bitácora lleguemos a solucionar los problemas arbitrales.
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