Por Jorge
Para algunos padres/entrenadores/chavales/árbitros cuesta distinguir entre formación y competición a la hora de ver las evoluciones de jóvenes deportistas cuando muchas veces se tienen en mente las imágenes de esos excelentes profesionales que vemos por la tele pero que no olvidemos que juegan por un resultado.
Este artículo es un pensamiento en voz alta acerca del baloncesto de formación y no pretendo sentar cátedra ni justificar mi opinión, sólo quiero llamar a la reflexión a partir de algunas de mis experiencias. Ese genérico padres incluye a las madres (no seríamos nada sin ellas).
¿Qué entrenador de base no conoce al “padre manager”? Casi todos, y el que no lo haya hecho, tranquilo, llegará a conocerlo. Se caracteriza por aleccionar a su hijo desde la banda o la grada aunque no tenga conocimientos en baloncesto o crea que sí, aunque éstos no pasen de su mera afición e imitación de lo que ve por los campos/televisión durante los partidos de los profesionales.
En estos casos, el chaval/a está más pendiente de agradar al padre que de realmente disfrutar del juego y de llevar a la práctica las enseñanzas de su entrenador que tiene por única finalidad que mejore y pueda jugar en equipo con sus compañeros.
A veces es tal el caos que asume el chico, que ya no sabe si hacer caso al padre, al entrenador, al compañero o a su propio juicio, que créanme, lo tienen en la mayoría de las ocasiones más desarrollado de lo que creemos muchos adultos. Y lo que es peor, y que no siempre se ve, ¿alguien se imagina las broncas que recibe el chaval que no hace lo que quiere el padre? Afortunadamente para la mayoría que lea esto, eso será una rara avis, pero todavía ocurre, y esos niveles de exigencia/presión no son adecuados para nadie.
Otro caso: ¿Qué entrenador no ha visto desgañitarse a padres en la grada que protestan una decisión arbitral contra sus hijas? Más de lo mismo, tranquilos, que lo veréis. ¿Es esa la enseñanza que busca un padre para su hija? Protestando como un energúmeno, “arrastrando” incluso al padre tranquilo que sólo quiere disfrutar viendo como juega el equipo de su hija, y no digamos ya cuando además de protestar se discute con los padres de las chicas del otro equipo.
No hay padres que en frío respondan afirmativamente a la pregunta anterior, pero todo parece caer en el olvido cuando en el “fragor de la batalla” no distinguimos entre el partido de una competición formativa frente al partido de los profesionales que vemos por la tele.
Pero volvamos al “padre manager” que tanto juego da. No conforme con “sus enseñanzas” este padre se encarga de buscar el “mejor equipo” para su hijo que curiosamente nunca está cerca de la gente habitual con la que se relaciona su hijo. ¿Qué criterios sigue este padre?: ¿Su mejora deportiva?, ¿la mejor organización y atención para su hijo?, ¿el mejor lugar para mejorar su FORMACIÓN deportiva y HUMANA?, ¿la cercanía espacial que permita un mejor aprovechamiento del tiempo (no nos olvidemos que los jóvenes también tienen que estudiar), a la vez que se mantiene junto a su grupo de amigos de siempre? Que cada padre dé sus propias respuestas.
¿Qué padre no desea lo mejor para su hijo/a? Creo que aquí la respuesta está clara y es unánime para todos los padres. Pero, ¿cuántos se paran a preguntar a sus hijos cuando toman esas decisiones? Muchas veces la mejora que se busca no está consensuada y obedece más a un sueño frustrado del padre que no al deseo real del hijo.
Ese “equipo ideal” tiene como único objetivo llegar a una elite que no está al alcance de cualquiera y así se cometen errores como alejar al joven de su entorno habitual (otra cosa es si su entorno es problemático, pero aquí entraríamos en otro tema), y se comenten auténticas burradas exigiendo sobreesfuerzos a jóvenes que acabarán odiando el deporte que a otros tanto nos gustaría que amasen.
Matices hay para todo. Y desde luego no tendremos que ser los adultos quienes cortemos las alas de la ilusión del joven que intenta ser lo mejor posible en el deporte o en cualquier otra actividad. Pero sí somos responsables de que mantengan su ilusión y deseo de hacer deporte como vehículo de salud y formación para el resto de sus días… aunque, insisto, no se alcance la elite. Al respecto de estas exigencias a veces excesivas animo a los padres para que lean “Bajo Presión” escrito por Carl Honoré y publicado en la editorial RBA, quizás alguno se vea retratado.
No escurro el bulto por la parte que me toca pues también existen muchos entrenadores que se “cargan” a jóvenes con el único pretexto de que “no valen” cuando algunos de ellos hacen muy poca autocrítica de si mismos. Entrenadores: todo el mundo puede jugar, algunos más, otros menos, en tal o cual competición pero todos tienen derecho a disfrutar del deporte.
Respecto del baloncesto profesional no quería dejar la imagen de que es perjudicial para los jóvenes. ¿Qué entrenador no alecciona a sus jóvenes jugadores para que vean baloncesto por la tele o en directo? Si alguno no lo hace, le animo a que lo haga. Ver el esfuerzo y la concentración que demuestran los profesionales puede ser una valiosa lección. Por no hablar de técnica, táctica e incluso reglamento. Eso sí, que nadie pretenda que un joven desarrolle tales habilidades de la noche a la mañana: paciencia y cada uno a su ritmo.
Aprender de la observación de un partido (de profesionales o también de otros equipos en formación) es básico por motivos de técnica y actitud. Pero la enseñanza de un partido acaba en ese punto. Quien gane o deje de ganar no debe ser transcendente más allá del deseo que todos tenemos porque gane nuestro equipo favorito. Todo lo más, otro apunte interesante sería ver como se acepta tanto la victoria como la derrota. Insisto, el problema viene cuando los adultos no sabemos distinguir entre los objetivos de los profesionales y los que deberían de tenerse en el baloncesto formativo: aprender y divertirse jugando.
Por desgracia, he tenido que soportar en los equipos de los que he participado, la frustración o la alegría cual montaña rusa tanto si se perdía como si se ganaba. Hablo de partidos de equipos en formación, claro, no profesionales cuyos sueldos dependen de un resultado. Y lo peor es que para algunos casi daba igual como se ganara. Apropiándome de un lema futbolístico, en el último segundo y de penalti injusto, pues da igual; pero no, no puede dar igual. Como tampoco tenemos que llegar al enfado (frustración para muchos jóvenes) por perder cuando se ha hecho un muy buen partido. Por favor, que nadie se confunda: mis equipos son competitivos y jugamos para ganar, pero ese no es nuestro objetivo y dudo que deba serlo en estas etapas. Nosotros queremos disfrutar del baloncesto, aprender y mejorar. Ganar será la guinda de ese pastel.
Para quien no me conozca, quizás crea que soy un idealista que en verdad cuando llega a la pista todo esto se borra y si no se gana, o si un chaval se equivoca se lleva una bronca monumental. No está bien que hable por mi mismo, pero puedo garantizar que he perdido muchos partidos para mejorar la formación deportiva y humana de los chavales, otra cosa es si realmente han aprendido la lección.
Tampoco habrá quien alegue que mis equipos no jugaban por “grandes campeonatos”, y lo admito así era, pero también puedo asegurar que mi comportamiento y mi forma de pensar no va a variar aunque este en juego algún título. El premio de mis equipos es que disfruten del baloncesto… ahora y siempre: jugando una competición o una pachanga, o simplemente como aficionados.
No quería terminar sin aportar mi receta que debería ser tomada por padres y entrenadores: los jóvenes deportistas tienen que aprender el valor del esfuerzo para mejorar y disfrutar del juego… con los amigos/compañeros. Si tenemos ese esfuerzo, los demás sólo tenemos que animarles valorando más su esfuerzo y dedicación que un resultado puntual. Eso sí, de los errores también se aprende y tampoco podemos caer en el proteccionismo excesivo ni la condescendencia que a la larga tampoco les beneficiará. Alabemos el esfuerzo, la concentración, la fuerza de voluntad por querer mejorar, el compañerismo, el trabajo en equipo, la autodisciplina necesaria y tantos valores que hacen grande el baloncesto.
P.D.: Me permitiré la licencia de aprovechar este texto para dar mi particular y público homenaje al EQUIPO Cadete del Baloncesto Aristos por su buen hacer durante toda esta temporada. Antonio, Sergio, José, Roberto, Eduardo, Aitor, Pablo, Héctor, David y Rubén: ¡Muchas Gracias por vuestro esfuerzo y entusiasmo! Y no me olvido de esos infantiles que han subido para hacer mejores nuestros entrenamientos y partidos: Diego, Alejandro, Daniel, Ricardo, Jaime, Adrián y Pablo. ¡Muchas Gracias! Por supuesto también mi agradecimiento a las familias y amigos que les han apoyado sabiamente en todo momento. Finalmente también querría agradecer a Raúl (entrenador jefe) y David (coordinador deportivo) que me hayan dado la oportunidad de ayudar a este EQUIPO. ¡¡¡Muchas Gracias a todos!!!
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