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lunes, 16 de septiembre de 2019

Disfrutemos en este continuo descontento

Por Jorge

La selección española consiguió otra gesta deportiva tirando de épica competitiva pese a que llevamos un par de lustros repitiendo el mismo mantra que dice que viviríamos una dura travesía del desierto una vez que la edad fuera retirando a la generación de los júnior de oro.

El caso es que este campeonato se jugó sin ninguno de esos jugadores, y España demostró de la mano de Sergio Scariolo (y su cuerpo técnico), con jugadores quizás menos talentosos pero igual de competitivos, que se puede jugar de tú a tú contra cualquier selección, y no olvidemos además, que este éxito se cimentó en el nivel del jugador medio español (aunque a algunos les cueste confiar en él en las ligas nacionales prefiriendo a jugadores extranjeros de medio pelo), llevando al equipo a jugar esta copa del mundo durante las famosas ventanas, y de justicia es volver a reconocer ahora el trabajo que hicieron todos esos jugadores representados en China por Quino Colom, Javier Beirán y Xavi Rabaseda.



Ahora con la victoria española se recuerdan las catorce medallas ganadas en los últimos veinte años (desde 1999), pero es que cuando no se ganaron también hubo resultados más que aceptables, como el quinto puesto en el mundial de 2002 ganando en el último partido a Estados Unidos, la participación en los Juegos de Atenas (2004) donde sólo se perdió un partido (precisamente ante el equipo estadounidense) y se acabó en séptima posición, y la cuarta del eurobasket de 2005 perdiendo el bronce frente a Francia. Y sumemos que en el mundial de 1998 y 2014 se alcanzó la quinta posición, y en 2010 la sexta, es decir, puestos notables si los comparamos con otros tiempos.

Algunos venimos siguiendo a la selección desde los años 80, cuando se disfrutó de algunos éxitos como la plata olímpica de 1984 conseguida por unos héroes deportivos, y es que así se puede denominar a los jugadores de aquella generación que posibilitaron el despegue de la afición por el baloncesto en nuestro país. Luego vivimos tiempos difíciles durante los 90, pese al bronce europeo en 1991, y no fue hasta la llegada de los júnior de oro que posibilitó esta época de éxitos casi continuos.

Particularmente nunca dejé de apoyar a cada selección española, incluso cuando sabía que sus posibilidades eran mínimas, o hasta cuando se sufrieron algunos varapalos notables como el angolazo en 1992 o el chinazo en 1994. Daba igual, para el siguiente campeonato la ilusión se renovaba una y otra vez. Por eso ahora en tiempos de bonanza me sorprende la falta de confianza que se percibe a la mínima.

Cuando no es que se tiene suerte, es que fulano es un paquete, o mengano no tenía que haber sido seleccionado, o que el entrenador debió jugar en zona o marcar a la estrella rival con otro perro de presa. Y no es que no se pueda juzgar el juego que puede ser malo o al menos mejorable, pero ya el colmo es que los demás siempre son más altos, más guapos y más listos. Siempre hay alguna pega.

El mundial nos trajo una vez más, otro episodio de odio sin sentido en las redes sociales, seguramente por desconocimiento del juego por parte de algunos aficionados, con Víctor Claver y Scariolo como víctimas recurrentes.

Claver fue uno de los mejores de la selección en una labor oscura (defensa, rebote) pero necesaria, reconocido por muchos, incluido el seleccionador, pero tampoco le faltaron detractores. La gente despotricó contra él hasta haciéndolo bien. Sirva como ejemplo un grupo de whatsapp de amigos (veteranos aficionados al baloncesto) donde uno de ellos se quejaba de que Claver no metía una, y cuando otro le respondía en ese momento que llevaba 2 de 3 en triples y 1 de 2 en tiros de dos, nada, erre que erre que era un paquete y blablablá.

Y con toda la selección pasó lo mismo, incluso entre la prensa ¿especializada? que debido al juego trabado y poco vistoso del equipo de Scariolo, auguraba un descalabro monumental frente a la todopoderosa Serbia porque ésta había vapuleado a: ¡Angola, Filipinas y Puerto Rico! (¿victorias de prestigio para darles como ultrafavoritos?)

Eso sí, cuando España demostró su competitividad, y también buen juego contra los serbios, alguno se apuntó al carro diciendo que en realidad el equipo de Sasha Djordjevic sólo tenía dos jugadores top (Jokic y Bogdanovic), y que el resto estaba al nivel de los españoles pero antes no lo dijeron.

Y en este punto hay que destacar la figura de Sergio Scariolo, que igualmente es vilipendiado por determinada gente que vale que puedan discrepar de sus planteamientos, a mí tampoco me convence siempre (como no lo hace nadie), pero es que ojo, porque me parece que hace tiempo que es el mejor seleccionador español de la historia si atendemos a su palmarés, y no olvidemos que en este baloncesto lo importante es eso, ganar: tres oros europeos y un bronce, una plata y un bronce olímpico, y ahora este oro mundial. Siete medallas en ocho competiciones. Vamos, que digo yo que algo tendrá que ver este hombre en todos estos éxitos de la selección. Pues así y con todo algunos insisten que tiene una flor en el culo. Alucinante.

José Ajero, periodista del baloncesto en la televisiva Movistar, no se encuentra entre mis analistas baloncestísticos favoritos, pero creo que durante el campeonato resumió atinadamente en un tuit ese descontento continuo sin sentido de algunos aficionados:



Y es que parece que tienen que ser los de fuera quienes valoren en su justa medida las gestas del combinado español, como dejó claro también en las redes la joven estrella Luka Doncic:



Las encuestas previas al torneo no eran nada propicias para España, dándola el papel de la mayor decepción del torneo para los periodistas. Mucha gente estará sorprendida porque Grecia, Serbia y Estados Unidos con sus estrellas NBA no hayan ocupado el podio, pero quien mejor lo explicó fue el seleccionador argentino, Sergio Hernández, al final de la semifinal que ganó su equipo frente a Francia, cuando respondía a la pregunta de cómo hacían para anular a rivales tan potentes: Habrá que pensar que los nuestros son del mismo nivel. Nuestros jugadores también son de élite. Son chicos que saben jugar, que tienen carácter y que saben defender duro, tienen técnica y táctica. En definitiva, son tan buenos como los mejores y así lo demostró el combinado argentino compitiendo igual de bien que el español en este mundial.

Aprovecho para resaltar que los cuatro primeros clasificados (Argentina, Australia, España y Francia) jugaron mucho tiempo con un pívot, no al estilo clásico si atendemos a que muchos de ellos son distribuidores del juego desde la cabecera, y juegan más bien poco en la pintura de espaldas a canasta, pero al menos no triunfó el small ball con prácticamente cinco jugadores de perímetro, corriendo y tirando triples, y colocando al pequeño más pesado a tratar de parar las embestidas interiores del rival como hizo Estados Unidos (sus tres pívots se combinaron para jugar sólo 15 minutos en su derrota decisiva frente a Francia).

Dudo que ello suponga un cambio de tendencia en el juego, entre otras cosas porque es verdad que en el baloncesto FIBA es más aprovechable la figura del pívot defensivo en la pintura por la ausencia de la sanción de los tres segundos defensivos que sí existe en la NBA (y bien que lo aprovechó el francés Gubert en la citada derrota estadounidense), pero es un alivio entre tanto partido que al final se convierte en un concurso de triples para que al final gane el equipo que menos falla.

Y no es que el juego de pequeños no sea divertido, que lo es, pero no todos los equipos pueden apostar por ese juego porque no todos tienen a los mejores tiradores del planeta como los Warriors de Stephen Curry y Klay Thompson (y Durant en su momento). Y por mucho que todos acudan a la estadística avanzada como la panacea de la victoria, llama la atención que haya equipos que teniendo un buen juego interior, tengan que adaptarse al juego rival, lejos de sacar ventaja de sus virtudes, y es que lo ideal sería equilibrar el juego. Que una cosa es que los pívots se puedan abrir a veces a tirar de fuera porque tengan mano para ello, y otra que no se pueda jugar en el poste bajo, alimentando al jugador grande para que anote o para que cree juego desde allí. Y más ahora que los altos tienen mejor coordinación y habilidad con el balón en las manos.

En cualquier caso y volviendo a la actuación española, recuerdo que Pepu Hernández, entrenador de la anterior selección ganadora del mundial en 2006, comentó en su momento que esa selección era tan especial no sólo por ganar, sino por la forma de hacerlo, y por su manera de comportarse, hasta el punto que pensaba que la afición perdonaría incluso que perdiera.

Pues a todo esto tengo que decir que el 70% de esta entrada fue escrito después del partido de cuartos frente a Serbia, el 25% después de la semifinal contra Australia, y sólo un 5% tras jugar con Argentina, y eso es porque las conclusiones habrían sido las mismas independientemente del resultado final.



Jorge Valdano, exjugador y entrenador de fútbol, escribía recientemente en El País refiriéndose a Rafa Nadal: todos aspiramos a ganar con grandeza y él lo consigue hasta cuando pierde. Pues creo que estas palabras podrían aplicarse también para la selección de baloncesto y todos los jugadores que la formaron en esta etapa gloriosa, mereciendo ese respeto y consideración, porque su comportamiento, nivel de compromiso y esfuerzo no admite duda. Y en este campeonato lo volvieron a demostrar. Compiten como los mejores de la historia y hasta tienen la suerte de los campeones (que no se tenía cuando no se ganaba) que siempre hace falta en algún momento, para volver a conseguir un excelente resultado en otro campeonato.

Tal vez el juego de la selección no sea a veces el mejor pero ni falta que hace, porque aquí lo que cuenta es gana, ganar y volver a ganar que decía el legendario Luis Aragonés. A la espera de la próxima cita olímpica en 2020, disfrutemos de este éxito en este perpetuo descontento.

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