Por Jorge
También se sucedieron las entrevistas con entrenadores de toda condición, y entre éstas encontré una muy interesante con Moncho Fernández, entrenador de Obradoiro (ACB), en la que preguntado sobre qué papel debe jugar la cantera en el futuro de la ACB comentaba que “tienen un valor muy importante porque fideliza al público que se siente reflejado por un jugador de las categorías inferiores que llega al primer equipo”, y “también tienen una labor social porque no solo son canteras de jugadores, son canteras de entrenadores, de delegados, de árbitros, de público y demás, y esto es muy importante. Y en los tiempos que corren tienen un factor fundamental como escuela de transmisión de valores porque el hacer deporte y formar parte de un equipo te marca para toda la vida, y será un referente que te va a servir en tu desarrollo social, y por los hábitos de deporte con lo que implica desde el punto de vista de la salud”. Al final volveré sobre estas palabras.
La pasada semana, el entrenador de balonmano, Juan Antonio García, publicaba un tuit en el que citaba las exigencias que tenían los clubes a la hora de fichar un entrenador a cambio de muy poca recompensa económica. Y contesté lo siguiente:
Sin contrato, seguridad social, formación... Estuvimos confinados y se hizo multitud de charlas online para mejorar y compartir formación. Tiempo perdido que se pudo aprovechar para unirse los entrenadores deportivos de todas las disciplinas y exigir una regulación justa y eficaz
— Jorge #11 (@alerotirador) May 28, 2020
Dicho esto, ahora toca ampliar aquella respuesta y hacer en cierto modo un llamamiento para la regulación de la figura del entrenador de base que permita mejorar la consideración social y económica de su trabajo.
Desconozco cuál es el número de entrenadores de baloncesto titulados por las diferentes federaciones autonómicas, pero lo que sí afirmo es que probablemente el 95% si no más, está lejos del baloncesto profesional de élite, y se dedican a entrenar en colegios y clubes modestos con el objetivo primordial de enseñar esa educación deportiva tan necesaria entre los jóvenes.
El año pasado se aprobó un anteproyecto de ley del deporte que debe servir finalmente para actualizar la ley del deporte de 1990 conforme a los nuevos tiempos. Por el camino las diferentes comunidades autonómicas fueron desarrollando leyes reguladoras de la actividad físico-deportiva para tratar de establecer los requisitos necesarios para poder ejercer las diferentes profesiones del deporte, incluida la de entrenador.
Los cambios legislativos apuntan a que se requerirán nuevas titulaciones y quienes estén ejerciendo ahora como entrenadores gracias a la formación y títulos conseguidos por las diferentes federaciones autonómicas no podrán seguir entrenando salvo que demuestren su experiencia como entrenadores (¿cuántos entrenadores no pueden justificar su experiencia deportiva por no tener contrato?), o adapten su formación a los nuevos requerimientos, es decir, que habrá que “pasar por caja” y pagar este cambio con más dinero y tiempo para una formación... que en muchos casos ya se tendrá.
Obviamente parece necesaria una regulación definitiva por parte de la administración central (y no que cada autonomía ponga sus reglas) de todas las profesiones deportivas, y por la parte que nos toca a los entrenadores, me parece muy bien que se quiera mejorar la formación exigida para poder ejercer nuestra profesión (porque sí, un entrenador de un equipo de minibasket de un colegio también es un profesional del deporte), pero creo que habría que tener en cuenta las peculiaridades que hasta ahora se tuvieron en este sector.
Si hasta ahora se podía entrenar con las titulaciones federativas, no veo por qué no se puede establecer una fecha a partir de la cual se exija a las federaciones que adapten su formación a esas nuevas titulaciones requeridas, pero que sean válidas las obtenidas hasta entonces como pasó anteriormente.
La formación federativa, y las titulaciones no fueron las mismas en el siglo XXI que en el anterior, o cuando menos evolucionaron en contenidos conforme fueron cambiando los deportes, y eso no impide que aquellos que obtuvieron su titulación el siglo pasado no puedan ejercer en el presente. En mi caso, cuando comencé mi formación para entrenar, podías pasar a hacer la formación de nivel I sin haber hecho previamente el curso inicial de monitor, llamado ahora nivel 0, y ahora sin embargo es necesario seguir el orden, y sin cursar y aprobar el 0 no puedes pasar al siguiente nivel. Y este es sólo un ejemplo, porque seguro que muchos entrenadores que obtuvieron sus titulaciones en los 80, en nada se pareció su formación a la que se recibió después, pero no por ello dejaron de poder ejercer como entrenadores.
Pondré un ejemplo parecido trasladado al ámbito educativo. Muchos estudiamos la EGB (Educación General Básica) que necesitabas aprobar para obtener la titulación mínima básica que era el graduado escolar. Hoy para obtener esa titulación básica hay que aprobar la ESO (Educación Secundaria Obligatoria). Y ambas titulaciones, hasta donde sé, son equivalentes a efectos académicos y laborales, y desde luego a los primeros no nos exigieron adaptarnos a los siguientes cambios legislativos salvo si no habías aprobado en su momento. Y así trasladando este ejemplo al ámbito deportivo, insisto, no entiendo por tanto que se pretendan unas exigencias para los que ejercemos con las titulaciones que fueron válidas hasta ahora.
Volviendo a la formación online que compartieron muchos entrenadores durante la pandemia, quizás se pudo aprovechar también para buscar la posibilidad de reunir a los responsables de las asociaciones de entrenadores de diferentes disciplinas deportivas, no sólo de baloncesto, y explicar toda esta situación, que seguro que lo habrían hecho mejor que un servidor, para alentar la necesidad de unirse y debatir una serie de medidas para conseguir una regulación profesional del entrenador sin dejar fuera a los que hemos ejercido hasta ahora, y también para establecer un régimen especial que permita mejorar las condiciones laborales de los entrenadores sin perjuicio de los colegios y clubes deportivos de base.
Algunas medidas que se podrían llevar a cabo con esas reuniones son las de poner en valor la figura del entrenador de cara a la administración, y reclamar puntos concretos de mejora para una regulación justa de nuestra situación. Realizar campañas informativas a través de internet. Y si no queda más remedio, reclamar nuestros derechos organizando manifestaciones (cuando sea posible), y hasta definir el momento ideal para ir a la huelga, situación que demostraría bien a las claras que el deporte base lo tendría muy difícil para seguir adelante sin los entrenadores.
La Asociación de Entrenadores de Baloncesto de la Comunidad Autónoma de Madrid es una de esas asociaciones que defiende los derechos de los entrenadores en la medida de sus posibilidades, y durante este confinamiento se dedicó a entrevistar a multitud de entrenadores de diferentes regiones para intentar conocer la realidad del entrenador de a pie, y la mayoría reivindicaba un mayor reconocimiento a nuestro trabajo, la necesidad de mejorar nuestros derechos, y la consideración de nuestro trabajo como una profesión.
En esa línea, a mi juicio es tan importante el trabajo que ejerce un entrenador de formación en su ámbito como lo puede ser el de un profesor de matemáticas, lengua o cualquiera que sea la asignatura en el suyo. Y es que no olvidemos que la función pedagógica del entrenador de formación es notable e incluso está por encima de la propia actividad deportiva. Sin embargo los profesores tienen unas condiciones y una consideración económica que en nada se parece a la de los entrenadores. ¿Para cuándo un convenio colectivo justo del sector de los entrenadores? Y es que todos soñamos con vivir el reconocimiento social y económico que parece que viven por ejemplo los entrenadores de colegio e instituto en Estados Unidos.
Himar Ojeda, director deportivo del equipo alemán Alba Berlín, comentaba recientemente al hilo de la vuelta a la competición en aquel país, que tienen la responsabilidad de mantener vivo el negocio para que haya niños en el futuro que puedan convertirse también en jugadores profesionales, en entrenadores profesionales y en directores deportivos. Lógicamente ve esta situación desde el punto de vista profesional, y está claro que ese baloncesto que vemos por la televisión es un escaparate necesario que ayuda a mantener la afición, pero para mí, el deporte real es el de la calle, el de los colegios, el de los clubes deportivos de barrio. El baloncesto invisible que dice Miguel Panadés.
Y por eso estoy más cerca de las palabras que cité al principio de Moncho Fernández, y es vital que se reconozca la importancia del buen hacer en el deporte de base porque al final ese trabajo que se hace en la formación servirá para alimentar el deporte que esté por llegar, no olvidemos que al profesionalismo llega un porcentaje ínfimo, y no me refiero sólo a los deportistas, sino también a aficionados, árbitros, gestores, entrenadores, árbitros y hasta de futuros padres de otros jóvenes a los que inculcar las virtudes de la actividad deportiva.
Tal vez todavía estemos a tiempo ahora que las distancias se acortaron gracias a la tecnología como demostró ese furor por las videoconferencias formativas, y se pueda crear el espacio para conocer los derechos y la situación legal que tenemos ahora los entrenadores, y reflexionar y debatir para mejorarlos, incluyendo a todos los entrenadores independientemente de su disciplina, con el ánimo de que podamos ejercer mejor nuestro trabajo para beneficio de los jóvenes deportistas (y de los no tan jóvenes).
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