Por Jorge
P.: ¿Cómo de importantes cree que son las madres y padres en el baloncesto de formación?
R.: Fundamentales, más si cabe cuanto más pequeños sean esos chicos o chicas. A fin de cuentas ellos se encargarán de llevarles a los entrenamientos y partidos, y pueden influir mucho para su motivación, o para todo lo contrario en función de cómo afronten el deporte de sus hijos.
P.: Entonces, ¿cómo aborda su relación con ellos?
R.: A mi juicio creo que es muy importante la comunicación, e informarles sobre qué se puede conseguir con el baloncesto. Al principio de temporada es básico dejar claro cuáles serán los objetivos, hacerles entender que el baloncesto es un vehículo para mejorar la educación deportiva pero también personal de sus hijos, y que todos tenemos que remar en la misma dirección.
Algunos padres “aparcan” al niño en baloncesto por motivos horarios como podían hacerlo en cualquier otra actividad extraescolar, y otros sueñan con que su hija sea la próxima Alba Torrens. Y de primeras aunque sean situaciones lícitas no dejan de ser una irresponsabilidad o una quimera, y tenemos que hacer una labor educativa también con ellos.
P.: ¿Lo entienden?
R.: La mayoría sí, pero hay que insistir mucho, porque cuando llegan los partidos algunos se creen que este baloncesto es como el baloncesto profesional. Hay que enseñarles cómo deben valorar la actividad deportiva de sus hijos, qué tipo de preguntas pueden hacerles para reforzar su esfuerzo por encima del resultado, porque éste no puede ser el baremo que juzgue a sus hijos a edades tan tempranas, por mucho que a todos nos guste ganar.
Y en este baloncesto ni la competición es lo más importante ni todo vale para ganar. Particularmente las competiciones no son la parte que más me gusta de mi tarea como entrenador, de hecho no soy partidario de ellas en según qué circunstancias.
P.: ¿Puede ser más concreto? ¿Cuáles son esas circunstancias?
R.: Para mí no tiene sentido competir en canasta pequeña. No entiendo las prisas por introducir la competición cada fin de semana, y menos en edades en las que habría que estimular a los niños con todo tipo de actividades deportivas o de otro tipo.
P.: Pues son muchas las competiciones de benjamines y alevines que se ven a lo largo de la geografía del baloncesto español.
R.: Claro, y no tengo más remedio que aceptarlo, pero siempre pensé y sigo pensando que en minibasket no es necesaria la competición más allá de algún partido puntual para ver cómo evolucionan las habilidades de los niños o un torneo amistoso al final del curso para que vivan la experiencia de jugar un partido.
A veces se escuchan quejas sobre que algunos entrenadores de niños están más preocupados de la competición que de la enseñanza real de los fundamentos, pero pocos se paran a pensar que quizás si no existiesen esas competiciones eso desaparecería.
Y no olvidemos que también muchos padres y directivos le dan demasiada importancia a esas competiciones, alardeando de victorias o campeonatos ganados como si eso fuera lo que da lustre a sus clubes. Y en ese sentido, no soporto las crónicas que algunos publican sobre partidos de competición en las que se refieren a ellos, insisto, como si fuera baloncesto profesional en lugar de resaltar los detalles que realmente son importantes a esas edades.
P.: ¿Cree que el entrenador de formación está bien valorado socialmente?
R.: Menos de lo que se debería. Mucha gente desconoce cuánto tiempo invertimos fuera de la pista tanto en nuestra formación como a la hora de entrenar, algunos se creen que nuestro trabajo sólo es en la pista, pero cada hora que pasamos en ella lleva al menos el doble de tiempo fuera preparando ese entrenamiento, planificando, y evaluando.
Y tampoco entienden muchas veces lo importantes que somos para mejorar la educación deportiva, y ojo, no deportiva, de los más jóvenes.
P.: ¿A qué se refiere con educación no deportiva?
R.: Resumiendo, muchos hablan de las niñas o de los jóvenes como jugadores, y lo son, de hecho eso es lo que a ellos les gusta, jugar. Y no digo que esté mal usar esa denominación que yo también utilizo para abreviar, pero en realidad entrenamos personas que juegan al baloncesto. ¿Qué quiere decir esto? Pues que nuestra tarea consiste en mejorar su bote, la defensa, las entradas a canasta y todos los detalles imaginables de la técnica del baloncesto, por supuesto, todo el conocimiento del juego, sus reglas, la táctica y mucho más, pero en realidad lo más importante, y sobre todo en edades tempranas, consiste que al mismo tiempo que se trata de enseñar todo eso se desarrollen aspectos que están por encima del baloncesto y que van a ser de utilidad para todos esos jóvenes a lo largo de sus vidas.
El baloncesto puede reforzar la importancia del esfuerzo y la perseverancia, fomentar el respeto por las reglas y por supuesto por las personas, ya sean árbitros, compañeros y rivales. A desarrollar el trabajo en equipo, y el necesario autocontrol ante situaciones adversas.
Y no olvidemos que muchas veces los niños pasan cada semana más tiempo con nosotros que con sus profesores o incluso con sus padres, y esa responsabilidad que asumimos también debería ser valorada, porque nuestra labor es tan importante como la de los profesores, y sin embargo, no recibe el mismo reconocimiento, y mucho menos la misma compensación económica.
P.: Vayamos a la parte económica, ¿cuánto gana un entrenador de formación?
R.: Pues depende. No existe una regulación adecuada de las condiciones laborales de los entrenadores. Muchos no tienen contrato, y en esos casos sus ingresos proceden de una especie de voluntariado, y tanto estos como quienes tienen contrato me parece que cobran por debajo de lo que deberían atendiendo al tiempo de dedicación, conocimientos y las exigencias que recaen sobre nosotros. Por no hablar de que los fines de semana se trabaja, siendo más sangrantes los domingos, y especialmente cuando tienes que desplazarte fuera de tu lugar habitual de trabajo para jugar fuera de casa.
Porque todo el mundo quiere tener al mejor entrenador posible, y, sin embargo, ahora se cobra lo mismo que hace veinte o treinta años. Todos queremos tener el mejor deporte para nuestros jóvenes, pero casi nadie está dispuesto a asumir ese coste, que por cierto, además de pagar bien a los entrenadores, debería incluir al menos un preparador físico y un psicólogo en cada club si de verdad queremos lo mejor para ellos.
P.: ¿No existen asociaciones que velen por los derechos de los entrenadores?
A nivel nacional creo que existen un par de asociaciones que son el SINEB (Sindicato Nacional de Entrenadores) y la AEEB (Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto), pero sus intereses están centrados sólo en mejorar las condiciones de los entrenadores de las ligas profesionales.
Luego existen algunas asociaciones regionales de diferentes comunidades autónomas que realizan una gran labor en materia formativa para mejorar los conocimientos de los entrenadores, pero tengo dudas sobre su trabajo a la hora de resaltar la importancia de nuestro trabajo, y sobre todo de mejorar las condiciones laborales de los entrenadores de formación.
P.: ¿Qué ideas propone para solucionar este problema y mejorar las condiciones de trabajo de los entrenadores?
R.: Creo que se podrían desarrollar tres tipos de medidas encaminadas a mejor esas condiciones. En primer lugar había que hacer campañas para dar valor a nuestro trabajo. La sociedad necesita del deporte, como demuestran los índices de sedentarismo u obesidad de los jóvenes. El baloncesto profesional necesita aficionados además de la base de la que sacar futuros jugadores, y en esa ecuación el entrenador es fundamental.
Las asociaciones autonómicas pueden realzar esa importancia, pero los entrenadores de élite, esos que salen por televisión, dado que tienen mayores posibilidades de proclamarse como altavoz del resto, bien podrían reivindicar nuestra labor, pues muchos de ellos también empezaron como entrenadores de formación.
En segundo lugar, se podría buscar la unión de entrenadores de formación de todos los deportes, porque supongo que en el balonmano, el fútbol-sala, las artes marciales, los deporte de raqueta, etc., estamos todos en la misma situación. Y unidos se podría hacer más fuerza para conseguir una legislación y unas condiciones más justas.
Y en tercer lugar, avanzando en los puntos anteriores, habría que apostar por medidas de presión que permitiesen el cambio. Manifestaciones o concentraciones semanales o mensuales ante las autoridades competentes, e incluso la huelga. ¿Alguien se imagina que pasaría si los entrenadores de formación de todos los deportes decidieran parar su actividad a mitad de temporada? A lo mejor entonces se entendería cuan importantes somos para el deporte y la sociedad.
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