Por Jorge
BA-LON-CES-TO se acerca esta vez a uno de esos entrenadores “invisibles”, que en realidad son la mayoría dentro del panorama del baloncesto. Quedamos en una cancha de baloncesto de barrio, al aire libre, bueno, en realidad se trata de un parque que combina fútbol y baloncesto con unas de esas porterías que tienen canastas sobre sus travesaños. Es una mañana de domingo, no demasiado temprano, pero no se ve un alma por la zona, mucho menos jugando al baloncesto. Son los tiempos, es lo que toca.
Nuestro entrenador es veterano, pasa con mucho de los cuarenta, algo que no parece común para este tipo de entrenadores entre los que abundan jóvenes que todavía juegan o que acaban de dejarlo. Sólo pone una condición para aceptar esta entrevista, el anonimato. “No necesito ningún tipo de notoriedad, además algunas de mis opiniones seguro que no son muy populares”, me dice mientras nos sentamos en la pequeña grada que rodea la pista.
Pregunta: Empecemos por el principio, ¿cómo llegó al baloncesto? ¿Jugó en algún equipo?
Respuesta: Cuando era chaval fui muy futbolero, a todas horas estaba jugando al fútbol en el parque, pero imagino que gracias a haber visto por la tele algún partido de la selección o del Real Madrid a principios de los ochenta, también nos dedicábamos a tirar la pelota de fútbol entre las ramas de los árboles a modo de canasta o jugábamos veintiunos en las papeleras.
Luego en el colegio no teníamos gimnasia, que se decía entonces, la clase consistía en jugar al fútbol o al baloncesto, y a veces me decantaba por este. Y jugar en un equipo empezó allí en mi último año de colegio, aunque de manera poco organizada y por poco tiempo. Me quedaba alguna tarde después de clase a jugar con otros chavales, por supuesto en pistas al aire libre, pero sin entrenador. Y sólo recuerdo ir a un partido que se jugó en el colegio de mi hermano, y entonces sí, apareció un tipo que ejerció de entrenador. Más allá de eso, ya más mayor cuando estaba en el instituto, me apunté a un equipo que jugaba liga municipal sénior. Y en esa misma competición jugaría después muchas temporadas más, pero esos equipos ni entrenaban ni tenían entrenador.
P.: Vamos, que lo que se dice jugar federado, nunca jugó.
R.: Pues sí, aunque parezca increíble jugué, pero mucho más adelante, cuando ya era entrenador. Entrenaba un equipo sénior que entrenábamos un día a la semana, y ya era bastante teniendo en cuenta que estaba formado por padres y jóvenes que tenían compromisos laborales, familiares y estudiantiles. El caso es que por lesiones y compromisos a veces nos quedábamos cortos para jugar los partidos, y tuve que ejercer de entrenador-jugador en varias ocasiones con más de cuarenta años. Y no me puedo quejar, creo que lo hice bien, lo cual no sé si habla muy bien del nivel de aquella liga (risas).
P.: Sin haber jugado federado de chaval, sin haber tenido nunca un entrenador, ¿cómo llega a ser entrenador?
R.: Mi afición por el baloncesto creció exponencialmente en el instituto. Allí había cuatro canastas que eran más de lo habitual en los colegios, y jugaba mucha y muy buena gente. A eso se le sumó a finales de los 80 las emisiones del mítico programa “Cerca de las Estrellas”, en el que veíamos semanalmente un partido de la NBA. Algo que entonces fue un caldo de cultivo de muchos aficionados.
Así y con todo nunca tuve intención de jugar en ningún equipo federado, pues no había tantas posibilidades como ahora y en mi casa tampoco había dinero para eso. Además ya me parecía tarde para formar parte de un equipo dado que no tenía ninguna base previa. Mi juego era autodidacta, así que siempre pensaba que ser entrenador podía ser una buena manera de seguir unido a mi pasión baloncestista. Aunque aún tardaría en intentarlo.
P.: ¿Cuánto?
R.: Bastante. Mientras seguía disfrutando de mi afición, no sé cómo, pero encontré la dirección de la Asociación Nacional de Entrenadores (AEEB), y les escribí una carta para preguntarles qué había que hacer para ser entrenador. Y además de un número de la revista “Clinic”, recibí su respuesta en la que me decían que tenía que acudir a la federación autonómica que me correspondiese para apuntarme a alguno de sus cursos.
No fue hasta acabada mi carrera universitaria cuando me decidí un verano a hacer el curso de primer nivel. Ibas todas las tardes a un colegio donde recibías todo tipo de enseñanzas teóricas y algunas prácticas. Recuerdo que éstas segundas eran pocas, y a veces cuando se hacían algunos ejercicios de entrenamiento alucinaba con la facilidad de ejecución de algunos compañeros del curso que jugaban y entrenaban en algún equipo. Para alguien que no había pasado de jugar pachangas y partidos de municipales, a mí de primeras me parecían dificilísimas las rotaciones de un simple ejercicio de trenzas (risas).
P.: Hecho ese curso de entrenador, ¿cuándo comenzó a entrenar? ¿Cómo fue la primera experiencia?
R.: El curso fue a principios de siglo, internet ya estaba en marcha y la federación tenía una web en la que había un apartado dedicado a los entrenadores, con una bolsa de ellos buscando equipo, y otra de equipos buscando entrenadores. Algo que, por cierto, creo que no es común en todas las federaciones autonómicas y me parece que es una buena manera de facilitar el contacto entre equipos y entrenadores. El caso es que pude consultar aquella bolsa con la suerte de encontrar un equipo que me dio mi primera oportunidad.
Allí no había director deportivo, sólo había un responsable de deportes que se encargaba de cuestiones administrativas y poco más. Esto que podía tener la desventaja de hacer que te pudieras comer muchos “marrones”, también sirvió para tener cierta libertad porque nadie se preocupaba especialmente de ti. Los chavales tenían muchas ganas de jugar, y en estas circunstancias mi aprendizaje fue notable bajo el método de ensayo y error. Probando los ejercicios de técnica y táctica individual que mejor les iban, y desarrollando tácticas para poder jugar lo mejor posible, eso sí, muy sencillas porque nunca tuve ni tengo grandes inquietudes en ese apartado.
P.: ¿Cuáles son sus objetivos como entrenador?
R.: Mis objetivos siempre fueron los mismos, a grandes rasgos y orientados al largo plazo, tratar de mejorar el baloncesto y ayudar en la educación de las chicas y chicos que entreno, e intentar que se aficionen al baloncesto, no sólo que jueguen, también que lo vean y lo puedan disfrutar en el futuro.
P.: No debe ser fácil eso último con la cantidad de oferta de ocio que tienen ahora, ¿verdad?
R.: Pues no. Es curioso cómo a pesar de que con el tiempo aumentaron las posibilidades de ver baloncesto gracias a la tecnología e internet, cuesta que los jóvenes vean partidos y se fijen en detalles concretos más allá de los “highlights” espectaculares de las redes sociales. Pero sigo intentándolo y no me canso de animarles a ver partidos. Y en cuanto a esos detalles de técnica o táctica individual, a veces no me queda otra que mostrárselos yo mismo en los entrenamientos con vídeos de algún partido para tomarlos como base de aprendizaje en algún ejercicio.
P.: Ya que se refiere a un aspecto tan práctico, ¿cuál es su metodología? ¿Cómo son sus entrenamientos?
R.: Digamos que tienen una base común que tiene que ver con la enseñanza de la técnica y la táctica individual, pero luego depende de la edad, la experiencia y el nivel de los niños o jóvenes. No es lo mismo entrenar a niños de escuela que a un júnior, así puede haber cambios en el tipo de ejercicios, la forma de plantearlos, su nivel de complejidad, o las exigencias físicas o técnicas.
Y no me refiero sólo por las diferencias que puede haber entre distintos grupos, sino incluso por las que habrá dentro de él. Por ejemplo, hay niñas que aprenden más rápidos que otras, que desarrollan antes su coordinación, que tienen más facilidad para aprender determinados conceptos, y otras a las que le cuesta más, que tardan más tiempo en aprender. Eso pasa en cualquier grupo. En realidad un entrenador no solo prepara un entrenamiento para cada día, sino que hace muchos entrenamientos, casi tantos como niños tenga que entrenar, porque tendrá que adaptarse a estos.
P.: ¿Cuál cree que es la cualidad que debe destacar en un entrenador de formación?
R.: No creo que haya una sola sino un conjunto de varias. Ilusión podría ser una de ellas. Si no te ilusiona lo que haces es difícil que lo hagas bien. Si quieres que los niños y jóvenes le pongan ganas en el aprendizaje, en su afición por el baloncesto, tienes que transmitirles esa pasión.
La paciencia, podría ser otra cualidad importante sobre todo con los más pequeños, pero en general en cualquier categoría. Las prisas no son buenas nunca, respetar los tiempos, y como dije antes saber adaptarse.
Y, por supuesto, tener ganas de aprender. Creer que ya lo sabes todos, no escuchar a otros entrenadores, y no aprender de aquellos a quienes entrenas, no te va a ayudar mucho. Hay que seguir formándose siempre, porque nunca sabes lo que te puede ayudar en un momento determinado. Además ahora es fácil adquirir conocimientos gracias a internet, aunque eso sí, hay que ser selectivo, saber digerir toda esa información, y adaptarla al nivel que se entrena, porque de lo contrario se puede volver en contra.
Continuará…
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