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viernes, 16 de septiembre de 2022

Menos gesticulación y menos gritos

Por Jorge

La temporada de baloncesto de formación empezó hace poco o lo va a hacer en breve en el caso de las extraescolares, para muchas niñas y niños que se acercan al deporte, y nunca está de más para los entrenadores prepararse para enseñarles mejor.

La idea para escribir estas líneas nació después de escuchar el pasado domingo el podcast del psicólogo deportivo Javier Hernández, “Psych&Roll”, en el que charló con el comentarista de baloncesto, Antoni Daimiel. En él se refirieron a esos entrenadores profesionales que se dedican a gesticular y vociferar a los jugadores durante los partidos.

Advierto que no soy ejemplo de nada, pero como es a mí mismo a quien mejor conozco, traslado mi experiencia por si puede ayudar a otros entrenadores.

Reconozco que durante los entrenamientos me gusta “apretar las clavijas” a quienes entrenó para mantener la intensidad y la necesaria concentración para mejorar, por supuesto, con respeto y manteniendo la compostura, siempre con margen para la relajación cuando corresponde, y sobre todo, teniendo en cuenta sus edades y la experiencia deportiva que tienen.

Al principio, en mis primeros años como entrenador, sin destacar por ser excesivo en los gestos y los gritos, seguramente por timidez más que por otra cosa, sí estaba muy pendiente de dar instrucciones durante los partidos pensando que así conseguía mejorar al equipo.

Luego, con el tiempo, varios lustros mediantes, me atrevería a decir que cada vez no solo gesticulo y grito menos todavía, sino que hasta hablo lo justo por no decir casi nada, y me limito a “berrear” alguna vez cuando alguien anda “dormido” por la pista y se olvida de seguir en defensa a su atacante o algo así.

La razón para desarrollar esta actitud es sencilla. Y es que con el paso del tiempo me di cuenta de que todos esos gritos para dar instrucciones mientras se desarrollaba el juego no servían para nada. Mientras juegan los jugadores tienen que atender ya bastantes estímulos como para que encima estén pendientes de lo que les dice el entrenador, y al final es más una distracción que un acierto, pues ya me dirán qué sentido tiene vociferar a una jugadora que se equivocó en ataque tratando de corregirla si el juego no para y tiene que centrarse en lo más inmediato que es bajar y defender.

En los partidos los jóvenes tienen que jugar, aplicar lo que se les enseña durante los entrenamientos y aprender de la experiencia, y si se les está diciendo continuamente lo que tienen que hacer, me parece que poco o nada van a aprender.

Tratar a deportista joven como una especie de máquina que se puede controlar desde el banquillo como si se estuviese jugando a un videojuego, y que con una especie de mando en forma de gritos y gestos se pueden resolver los problemas y tomar las decisiones adecuadas me parece un error, porque además de que, repito, la atención del jugador es limitada, se le hace un flaco favor si el objetivo es que estos deportistas desarrollen la necesaria autonomía que les permita jugar bien sin la ayuda de nadie. En ese sentido, me parecen terribles esos entrenadores “radiofónicos” que a veces vemos en las bandas “retransmitiéndoles” el partido a sus jugadores diciéndoles todo el rato lo que tienen que hacer y tomando las decisiones por ellos.

Insisto que no pretendo ser modelo de comportamiento para otros porque me parece que desde fuera no está bien visto que el entrenador esté sentado en el banquillo sin volverse loco o dando instrucciones a cada segundo, pero a mi juicio a partir de mi experiencia, es más efectiva la corrección y las instrucciones durante los tiempos muertos, aprovechar otros parones del juego como los tiros libres, por ejemplo, para reclamar la atención del deportista y comentarle algún detalle. Más allá de eso, a los que están jugando hay que dejarles jugar, y tal vez, lo que sí se puede hacer es comentar detalles con la gente del banquillo que está viendo el partido, ojo, comentar, no regañarles como si ellos fueran los culpables de los errores que cometen sus compañeros, que esa es otra actitud que me parece que no tiene mucho sentido.

Para terminar, muchos entrenadores no cejan en su empeño formativo acudiendo a clinics y charlas que les permitan mejorar sus conocimientos tácticos y técnicos, pero creo que pocos vigilan la parcela psicológica, y en ese sentido recomiendo seguir al mencionado psicólogo Javier Hernández, que en las redes sociales suele realizar comentarios que pueden ayudar mucho a los entrenadores de formación.

Por ejemplo, en un hilo de twitter hizo referencia al castigo, dejando claro que “no es cuestión de no castigar, esto va más bien de saber cómo hacerlo”:

Y, en otro comentó el trabajo psicológico que se podía hacer en los equipos durante la pretemporada:

Entrenar es más difícil de lo que algunos se imaginan, así que no hay que dejar de aprender para mejorar. Mucho ánimo para todos esos entrenadores de formación que ahora empiezan su tarea.

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