Por Jorge
Por mi parte, una máxima que intento llevar siempre por delante es la de no molestar. Supongo que no lo consigo siempre porque vivimos en un mundo de gente con la piel muy fina, y ya sea por lo que haces, y también por lo que dejas de hacer, que incluso defendiendo la discreción y tratando de pasar desapercibido, a buen seguro que genero alguna molestia aunque sea trivial.
Mi relación con el mundo perruno nunca fue muy buena, pero tampoco mala. No me disgusta hacer alguna carantoña a ese perro bonachón que se acerca juguetón moviendo el rabo, pero tampoco me lanzo a la búsqueda del primero que se cruza en mi camino para acariciarle como si fuéramos viejos amigos.
Últimamente quizás me haya hecho más retraído del mundo perruno, seguramente ayudado por el exceso que hay de ellos (más que niños, por cierto) por las calles, parques y caminos, que lo raro ahora es no cruzarte con una decena de perros de todo tipo de raza mientras das la vuelta a la manzana. El caso es que de un tiempo a esta parte fueron varias las veces que un perro suelto se me acercó con no muy buenas intenciones (aparentemente) cuando ni siquiera era mi objetivo llamar su atención.
Y siempre que pedí a sus dueños que lo llamaran para que se fuera con ellos, pareció molestarles. Como si no fueran responsables de la educación de sus mascotas y los demás tuviéramos que aguantar una situación que no buscamos y de la que desde luego no somos culpables.
Ya no digo si les dices que quizás deberían llevar a su can con correa. Por favor, si te molestan, lárgate tú a otro sitio, que ellos pueden campar a sus anchas (como sus dueños) por donde les plazca, pues no te olvides de que tienen tantos derechos como tú.
La última “aventura” perruna que viví me ocurrió hace varias semanas. Caminaba tranquilamente por el monte cuando de la nada apareció un perro casi tan grande como yo ladrándome con lo que me pareció no muy buenas intenciones, y no sólo eso, sino que salió escopetado hacia mí. Y a él le siguieron a continuación otros dos perros más con la misma actitud. Por supuesto, me asusté, no demasiado, pero lo suficiente como para estar más que incómodo. No hice ningún aspaviento, dije alguna palabra tranquilizadora, y tan sólo agite levemente el palo que llevaba (y que suelo llevar a modo de cayado caminante), sin agresividad, sólo para intentar mantener cierta distancia, cosa que no conseguí porque me rodearon.
La dueña apareció, y otra vez más, cuando le dije que los llamara no fuera que tuviera que hacer uso del palo para defenderme, lejos de pedir perdón, se indignó. Supongo que le habría parecido bien que me dejase avasallar por tres perros ladradores, seguramente poco mordedores como dice otro dicho, pero mejor no arriesgarse a comprobarlo. Menos mal que mi lenguaje corporal era tranquilo, dentro de la tranquilidad que se puede tener en una situación así.
Pero lo más llamativo de todo fue la extraña petición que me hizo: “tienes que hablar con ellos”, literal, y no amenazarles con el palo. Y no sé si es que estoy demasiado fuera de la realidad, que ahora no basta con aprender idiomas para comunicarnos entre nosotros, sino que hay que aprender a hablarles a los animales para que no se acerquen con malas pulgas.
Sorprendido, no pude más que contestarle que prefería hablar con personas, pero debo ser una rara avis. Está visto que la comunicación humana está de capa caída, al menos la interpersonal, y tal vez nos iría mejor si hiciéramos el esfuerzo por ser más empáticos, especialmente con los que se sienten indefensos, o que simplemente como en este caso, no quieren ningún tipo de interacción animal.
Además a su comentario añadió que no hacían nada, algo muy común entre los dueños de perros, lo que no sé es que cómo siendo así todos conozcamos a alguien que fue mordido por alguno, a lo que respondí que no les conocía (ni ganas tenía de hacerlo), y que mejor haría llevándoles atados, a lo que en otro salto mortal, añadió que estaban asegurados. Ya me quedo más tranquilo, añadí.
Puede que mis palabras pueda hacerles parecer que tengo algún tipo de inquina perruna, pero tengo que darle la razón al autor de la frase escrita en el primer párrafo, y añadir que cada vez que hablo con algunos dueños de perros, más estoy del lado de los animales que no tienen culpa del comportamiento de ellos, que mejor harían en educarles para interaccionar con las personas, o por lo menos para dejar en paz a quien nada tiene que ver con ellos.
No pretendo hacer de esta anécdota una generalización, porque sé de muchos (la mayoría) dueños de animales (no sólo perros) que les cuidan y educan, y que se comportan con el civismo que conlleva vivir en sociedad, pero de vez en cuando te encuentras con personajes que reafirman que ellos son el vivo ejemplo de que los perros son mejores que ellos.
2 comentarios:
Buenas, Jorge
Perros NO, gracias, y ya me callo no vaya a ser que me denuncien por escribir lo que pienso.
Saludos
¡Hola Nique_is_better!
Te entiendo, hay que tener cuidado con las opiniones que no son políticamente correctas.
En mi caso, aunque pueda parecer lo contrario por lo que escribo, no tengo problemas con ellos. De hecho, como puedes ver, la foto que ilustra el texto es la de Akeem, el perro que fue mi gran amigo por muchísimo tiempo y al que recuerdo con mucho cariño.
El problema es más bien con los dueños, o mejor dicho, con algunos de ellos que se creen con licencia para hacer lo que les dé la gana como dejar que sus perros molesten a quienes no quieren trato ninguno con ellos.
Un saludo.
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