Por Jorge
Estoy cansado de vivir en una montaña rusa. Cuando se gana, todo el mundo está contento. Cuando se pierde, sólo veo caras largas. No me gustan los equipos para los que si se gana, cualquier error no importa, y si se pierde, siempre hay algún culpable (el árbitro, el entrenador, el balón, el otro equipo, etc.).
¿Se puede estar contento cuando se pierde? ¿Hay que estar triste por obligación porque el resultado no es favorable? ¿Sólo se juega para ganar? Estoy hablando del baloncesto de formación, del baloncesto aficionado, de jóvenes, de chavales cuyo único objetivo debería ser aprender y disfrutar de este maravilloso juego.
Nunca he tenido la suerte de jugar en un equipo medianamente organizado. Ya me habría gustado. Jamás tuve un entrenador que me pudiera enseñar. Y bien que lo habría agradecido. Tuve que buscarme la vida. Así juego, no muy bien. Otros si tienen la enorme suerte de formar parte de un equipo, de tener un entrenador que pone todo el interés porque aprendan, y sin embargo a veces parece que su mayor preocupación es ganar o perder, cuando el juego es mucho más que eso… al menos para mí. ¡Disfrutad!
Triste es observar la aparente, y digo aparente porque quiero pensar que no es así realmente, falta de interés por aprender y la poca importancia que se le da a ello en algunas ocasiones, pero más triste es ver la falta de ánimo y la caras tristes que provoca una derrota o un error. A veces me giro al banquillo y me dan ganas de llorar. No me gusta. ¡Disfrutad!
Vale, acepto que cuando se comete un error o recién se pierde un partido no se esté saltando de alegría, pero la pena tiene que durar dos segundos, y a continuación animarse y sentirse satisfechos porque se ha tenido la oportunidad de aprender, de mejorar, de competir poniendo a prueba nuestras habilidades frente a otro equipo, de formar parte de un grupo, en definitiva, de DISFRUTAR DEL BALONCESTO.
A veces también veo miedo. Tampoco me gusta. Y no sé a que se debe. Miedo a que, a perder, a cometer un error, a que me echen una bronca, al rival, a defraudar a los demás porque no alcanzo las expectativas que tienen depositadas en mí. No sé, pero tiene que ser muy duro jugar al baloncesto con miedo.
Todos los fines de semana miles de equipos de todas las categorías posibles, desde minibasket hasta profesionales, de chicas o chicos, me da igual, pierden sus partidos. En nuestro juego no se empata, unos pierden otros ganan… o tal vez no. Ganar no es que un marcador refleje un resultado positivo, ganar es disfrutar habiéndolo hecho lo mejor posible. ¡Disfrutad!
El baloncesto me hizo, me hace (y ojala me haga) tan feliz, que no entiendo porque tiene que provocar miedo, tristeza, falta de ánimo. Soy tan feliz cada vez que toco el balón, cada vez que tengo la oportunidad de dar un pase, de coger un balón y hacer un tiro, cada vez que me siento para ver jugar a otros, cuando veo a alguien que anima a un compañero, cuando alguien me habla de baloncesto, etc., etc., que no entiendo porque un grupo de chavales agachan la cabeza con la mirada triste porque las cosas no salen bien, me pongo malo. Me duele.
Cuando uno se cae, se levanta. Si las cosas no salen bien, hay que seguir intentándolo. Pero no puede faltar ánimo ni actitud ni esfuerzo ni interés. Y si al final el marcador dice que el otro equipo ha ganado, se le felicita, pero con la cabeza bien alta y orgullosos de haber podido disfrutar del baloncesto. Este juego fue creado para disfrutar, no para sufrir.
Siempre he tenido clara una cosa. Ser agradecido y animar, sobre todo cuando las cosas no salen muy bien. No sé, me sale, no es premeditado. Si alguien me da un pase normal y corriente para tirar, antes incluso de tirar, ya se lo estoy agradeciendo. Cuando alguien hace un buen tiro, pero no lo anota, no me cuesta animarle y reconocer que estaba bien tirado aunque la pelota no haya entrado. Cuando alguien se tira al suelo para pelear por un balón, le grito para reconocer su esfuerzo. Cuando me giro y veo un banquillo apagado con caras tristes de gente a quienes parece que todo eso les da igual, no sé que pensar, a veces creo que no soy normal, que soy un bicho raro.
No puedo engañar a nadie. Soy la persona más triste de la historia. Quizás por eso no soporto ver a los demás igual… ¡por jugar al baloncesto! Hoy iré a entrenar y no sé que me espera, no me gusta lo que estoy viendo y no sé que hacer ni como ayudar. Me gustaría dar palmadas de ánimo, pero no sé si eso sirve. Tal vez tendría que hablarles, pero me costaría, porque acabaría emocionándome diciéndoles lo que este juego significa para mí y lo que disfruto gracias él...
...así que me tendré que conformar con desahogarme aquí, y decirle a esa gente tan maravillosa a la que tengo el honor de entrenar (creo que este verbo es demasiado grande para mi pequeña aportación), que os queda muchísimo baloncesto por jugar y del que disfrutar, así que animaros y tened la cabeza muy alta, porque se gane o se pierda, sois los más grandes, y se os quiere y estamos orgullosos por todo lo que hacéis dentro y fuera de la pista de baloncesto. Por la parte que me toca, muchas gracias por hacerme DISFRUTAR DEL BALONCESTO.
lunes, 28 de marzo de 2011
Historias de un Entrenador de Formación (4): Disfrutar del Baloncesto
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Historias de un Entrenador
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8 comentarios:
Muy buena entrada Jorge. Comparto todo lo que has dicho. No hay nada peor que jugar un gran partido y tener cara de derrota en el banquillo. El resultado no puede condicionar todo. Tampoco una victoria con errores graves.
Seamos capaces de leerlo como entrenadores para transmitíserlo y enseñarlo a los niños.
El resultado no es el fin. El aprendizaje debe ser el medio y la diversión el objetivo.
Un saludo amigo.
Gracias por tus palabras Óscar.
No sé si me he explicado muy bien, pero tu los han condensado de maravillas en unas pocas frases.
Un saludo.
¡Que post más grande!
Yo mismo estoy viviendo un caso ahora mismo que tiene que ver con todo eso... en un equipo de aficionados.
Comenzamos la temporada jugando muy mal y perdiendo casi todos los partidos; la cosa fue yendo de mal en peor, hasta que llegó un punto donde dos jugadores comenzaron a tirarse todo lo que les llegaba a las manos partido tras partido, mientras que los que tratábamos de jugar en equipo languidecíamos poco a poco...
Tal era la situación que yo me planteé dejar el equipo y madarlos a todos a tomar pol saco... hasta que hubo un punto de inflexión.
En el que bien podría haber sido mi último partido con el equipo, ocurrieron cosas, se jugó bien a ratos y de repente se volvió a lo de siempre; momento en el cual yo me puse a chillar (como un loco) en medio de la pista y a pedir tiempo muerto, lo que (incomprensiblemente por que yo era un jugador en pista) la mesa concedió.
Ese momento propició que uno de los compañeros del equipo tomara a partir de ese momento las riendas, haciendo en cierto modo de entrenador, con lo que (añadiendo que es el que mejor mentalidad de juego de equipo tiene) las cosas comenzaran a cambiar...
Y ahí es donde está la principal similitud que citaba antes: a partir del siguiente partido, se jugó mucho más en equipo, se jugó más a baloncesto, pero se perdieron tres partidos seguidos; dos de ellos por los pelos y tras tirar al traste en el último cuarto todo lo bueno realizado en los tres primeros...
Se perdieron los partidos, sí, pero cambiaron completamente el juego del equipo, la actitud en cancha y muy especialmente mi propia actitud y sentimiento hacia el equipo.
Finalmente, la semana pasada ganamos; y contra uno de los equipos más fuertes de la liga... el juego en equipo fue mejorando y surgieron los frutos...
BA-LON-CES-TO
Saludos.
Me alegra un montón Mo que la situación en tu equipo haya mejorado.
No entiendo a la gente que no disfruta de la esencia del baloncesto más allá de victorias o derrotas.
El buen ambiente y el buen rollo es fundamental en todo, y en particular en el BA-LON-CES-TO.
Saludos.
Nosotros hemos disfrutado mucho más contigo en la cancha. No lo dudes.
Muchas gracias Fran.
Espero que sigamos haciéndolo en el futuro...
Cuídate.
Me parece genial tu comentario, y gracias por el buen trabajo que desarrollas y que casualmente acabo de descubrir hoy.
Gracias por tu elogio Anónimo.
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