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lunes, 11 de enero de 2016

Historias de un Entrenador de Formación (15): ejercicios de entrenamiento

Por Jorge

Todo entrenador que se precie ha pasado alguna vez por la situación en la que después de explicar un ejercicio a sus jugadores durante un entrenamiento, sobre todo con chavales, éstos (o alguno de ellos) le hacen la clásica pregunta: “¿Y esto para qué sirve?”.

Por supuesto también todo entrenador ha tenido (y tiene) jugadores bajo su dirección que se tirarían por un puente si se lo pidieran, chavales que no le dan mucho al “coco” o quiero mejor pensar que tienen fe ciega en su entrenador (que bonito me ha quedado), que entienden que todo aquello que se hace en los entrenamientos tiene una finalidad y objetivos concretos encaminados a hacer de ellos mejores jugadores de baloncesto.

La respuesta a quienes cuestionan algunos ejercicios y que parecen sólo interesados en jugar partidos y poco más, suele ser de lo más variopinta en función del humor que en ese momento tenga el entrenador, pero lo normal, o al menos en mi caso, es justificar tal ejercicio porque es necesario practicar determinadas situaciones que luego se darán durante los partidos.

Recientemente leí una frase referida a este asunto de parte del actual entrenador de San Antonio Spurs, Gregg Popovich, en la que decía que "algo se ha de trasladar de los ejercicios a los partidos porque, si no, los ejercicios no sirven de nada."

Habitual es que los entrenadores tengamos que hacer hincapié a los jugadores para que pongan un punto de atención en ciertos detalles para evitar que actúen como robots en algunos momentos de los ejercicios, estando más pendiente de las rotaciones o de si encestan o dejan de encestar. Y es que no es fácil hacer que los jóvenes y no tan jóvenes sean capaces de mantener la concentración en lo que de verdad es importante, y hasta que entiendan que lo que están haciendo luego tendrán que ponerlo en práctica en los partidos.

Una expresión muy mía que suelo mencionar cuando los jugadores actúan sin pensar, sin sentido, es recordarles que imaginen que están en un partido, y no digamos si el ejercicio se desarrolla sin defensa. Y lo cierto es que a veces, demasiadas para mi gusto, pecan de poca imaginación (también hay excepciones de algunos que se montan sus propias películas de ciencia-ficción en la pista), actuando como si el ejercicio se hubiese planteado para pasar el rato durante el entrenamiento. Sin duda una manera de evitar “despistes” radica en insistir una y otra vez a los jugadores acerca de cuales son los objetivos del ejercicio.

Al hilo de las preguntas de los jugadores y sobre todo de esos objetivos que deben tener cada ejercicio, algunas veces, mirando entrenamientos de otros entrenadores, parece que éstos quieran demostrar algo a sus jugadores, como si temieran que fueran a ponerles en duda sus conocimientos y tuvieran que proponer ejercicios enrevesados para hacerles ver cuanto saben de baloncesto. Así complicando los ejercicios, lejos de facilitar el aprendizaje confunden a unos jóvenes que en muchos casos apenas dominan los fundamentos más básicos.

También, en el lado opuesto, se ven en ocasiones a otros entrenadores que apenas corrigen o que dan muy poca importancia a los detalles de técnica y táctica individual, y desarrollan ejercicios cuya finalidad parece sencillamente pasar el rato. Y bien podrían ponerse a leer el periódico mientras sus jugadores se ejercitan que daría igual, el ejercicio se desarrollaría de la misma manera.

Estos son dos casos extremos que afortunadamente no suelen ser lo habitual, ahora bien, a mi juicio los ejercicios deben ser sencillos pero con detalles, con matices, cuya ejecución cueste realizar a los jugadores de tal modo que el nivel de dificultad sin que sea tan elevado como para desanimarles, les ayude a motivarse por mejorar. Y por supuesto, insistiendo, tales ejercicios cuanto más similares sean a las situaciones de juego que se vayan a encontrar en los partidos, mejor. Así llegado el momento de jugar estarán más preparados para hacer frente a las dificultades que les ponga la defensa o el ataque según sea el lado de la pista en el que se encuentren.

Si bien la frase que mencionaba antes corresponde a una leyenda de los banquillos y algo sabrá por tanto sobre este tema, me permitiré de todos modos “tocarle un poco las narices”. Y es que también, a veces, en determinados momentos de un entrenamiento se hacen ejercicios cuya finalidad no es trasladable propiamente al juego y sin embargo repercuten en el ánimo que luego puedan tener los jugadores. Me explico.

En ocasiones un entrenamiento también puede incluir ejercicios competitivos más “divertidos” o de relativo asueto, como cualquier juego que sirva para crear un ambiente más distendido, para así aliviar ciertas tensiones que suelen acompañar el devenir de todo equipo, y facilitar con ello el aprendizaje y la aplicación de los jugadores en posteriores ejercicios que si tengan una relación más directa con el juego que luego va a desarrollar el equipo.

Resumiendo para los entrenadores de formación, aplíquense con ejercicios sencillos que reflejen situaciones reales de juego que luego vivirán los jugadores en el transcurso de sus partidos. Y por supuesto no teman sus preguntas. A todos los entrenadores nos gustaría ser interrogados habitualmente, que no siempre, durante nuestros entrenamientos. Señal de que los jugadores están implicados y ponen interés.

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