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jueves, 2 de octubre de 2014

Historias de un Entrenador de Formación (12): la Pizarra

Por Jorge

La pizarra es ese instrumento que ayuda a los entrenadores a recordarles a los jugadores aquellas jugadas que quieren que luego hagan sobre la pista. A priori ésta sólo se utiliza en equipos con suficiente bagaje y experiencia como para necesitar acudir al juego más fijo y reglado que supone utilizar sistemas y jugadas concretas.

A veces esa pizarra acompaña a entrenadores de todo tipo y categoría de tal manera que también se pueden ver incluso en minibasket aunque en esos casos casi más como una seña de identidad que para darle un uso real. Sin embargo, en ocasiones se ven partidos de niños muy pequeños en los que un entrenador coge su pizarra para dar alguna explicación y entonces es habitual que algún entrenador más veterano que observan tal circunstancia hagan algún gesto desaprobatorio e incluso lleguen a hacer algún comentario peyorativo si se encuentran en un corrillo con otros colegas al considerar una tontería o quizá un gesto de entrenador que no corresponde para chavales de tan cortas edades.

Utilizada por lo general en mi caso con chavales de una cierta experiencia, y una vez que también la uso en los entrenamientos para explicar detalles concretos, luego resulta que las más de las veces, quiero creer que por baja concentración aunque también seguro que por nervios o tal vez una mala explicación, no escurro el bulto, no suelen enterarse de lo que se les pide durante los partidos. Y repito, pese a que la mayoría, sino todas las veces, la utilizo para recordar algo que se ha hecho con cierta regularidad en los entrenamientos, y que por lo general son situaciones de juego sencillas.

En cualquier caso, el motivo de estas palabras está en mostrar el ejemplo contrario de un efecto positivo en el uso de la pizarra, curiosamente con jugadores de minibasket, que viví durante sus entrenamientos.

Cierta temporada, una compañera y servidor, que era su ayudante, teníamos la difícil tarea de entrenar a un grupo de quince benjamines en un espacio incluso más pequeño que un campo completo (por compartir entrenamientos con otros equipos y tapar las lonas que dividían las pistas las líneas laterales del campo).

A la dificultad espacial se añadía que en el grupo se encontraban, como es lógico a esas edades, chavales de todo tipo: atentos, despistados, juguetones, etc., y eso complicaba que mantuvieran la atención durante la explicación de los ejercicios.

A modo de prueba decidimos utilizar la pizarra inicialmente para centrar la atención de los chavales en un punto concreto, inicialmente para ejercicios más sencillos. Visto que ese objetivo de partida, mejorar la atención de los pequeños, tenía sus frutos, decidimos también utilizarla para ejercicios integrados algo más complejos y en los que era importante definir espacios y rotaciones. Lógicamente en ese segundo caso las explicaciones eran breves y se completaban con su explicación posterior en la pista. Pero tengo que decir que en nuestro caso la experiencia fue positiva y conseguimos, en general, que los chicos se enterasen gracias a su mejora de atención y a su vez conseguimos o al menos quiero creer que les ayudamos a un mejor conocimiento espacial de la pista de juego.

Luego en los partidos no recuerdo que la utilizáramos, quizás en algún momento puntual para recordar algo, pero con quien seguro lo hicimos fue con otro equipo infantil femenino, con quienes por supuesto también lo hacíamos en las explicaciones de ejercicios durante los entrenamientos.

Concretamente con las chicas utilizábamos la pizarra para mantenerlas entretenidas en los partidos ¿Qué quiere decir eso? En ese grupo de chicas, que aún estaban por definir su afición por así decirlo al baloncesto, se pasaban los partidos en el banquillo pendiente de otros detalles y haciéndose comentarios sobre temas personales que en nada tenían que ver con el juego.

La pizarra les llamaba la atención y siempre querían dibujar algo en ella de tal manera que decidimos que podíamos utilizarla para que ellas llevaran algún tipo de anotación estadística sencilla de los partidos, número de rebotes cogidos, balones recuperados, etc., y lo apuntaran en ella, de manera que con ello pretendimos que las más despistadas estuvieran más atentas al juego y a las posibles explicaciones de los entrenadores.

Creo recordar que no tuvimos en el caso de ellas todo el éxito que nos hubiese gustado con esa estrategia, pero al menos lo intentamos y demostramos que con la pizarra se pueden conseguir más objetivos de los que se creen, y que no sólo es un instrumento que sirve para categorías “mayores” sino que también puede tener su utilidad incluso con lo más pequeños y en equipos de menor nivel.

No pretendo categorizar ni desde luego imponer mi pensamiento, pero sí espero que sirvan estos ejemplos para hacer entender a aquellos entrenadores que se dedican a mover la cabeza en señal de desaprobación cuando ven a un entrenador de formación que va con la pizarra a cuestas, que si bien a determinadas edades las instrucciones se dan mejor con la comunicación verbal y gestual, la pizarra puede ser un instrumento valioso en la dirección de un equipo para conseguir otros objetivos que poco o nada tienen que ver propiamente con la táctica del juego.

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