Por Jorge
Hacer entender al jugador que no juega solo, que hay que respetar al compañero que entrena tanto o más que él, que jugar no sólo consiste en lo que ocurre dentro de la pista, y que el objetivo es hacer lo que haga falta en beneficio del equipo, no es tarea fácil para ningún entrenador.
Aquí van algunas ideas sacadas de grandes entrenadores que podrán ayudar a otros a hacerles entender a sus jugadoras/es la importancia de respetar el tiempo de juego por el bien del equipo.
Estrategía Aíto
El tiempo de juego no es ilimitado. Y una estrategia para reconocer esa limitación de tiempo y el necesario “sacrificio” de cada jugador por el bien del equipo, es aquella que se le atribuye al legendario entrenador Aíto García Reneses, y que se puede hacer con equipos que ya tienen cierta experiencia de juego. Consiste en entregar papel y lápiz a cada jugador durante la pretemporada (cuando se lleven ya unos cuantos entrenamientos) para que anoten los minutos que creen que merecen jugar en función de su nivel y del resto de compañeros.
En este punto conviene recordar que un partido de baloncesto FIBA son 200 minutos (40 x 5 jugadores en pista). Así pues, cuando se usa esa estratagema siempre pasa lo mismo (servidor también recurre a veces a este recurso), las cuentas no salen y siempre se superan con creces esos 200 minutos. Y el tiempo de partido es el que es, así que para que todos jugasen lo que quieren (y creen merecer), tendríamos que llamar a los gerifaltes de las competiciones para que modificasen la duración de los partidos.
La conclusión es obvia, tienen que aprender a pensar en el bien general del equipo y tratar de hacerlo lo mejor posible durante el tiempo de pista que tengan, aceptando que el tiempo que no pasan en la cancha es tiempo que juega un compañero al que tienen que animar.
Juego fuera de la pista
Y es que también hace falta convencer a la jugadora de que no sólo se juega en cancha, también se hace antes del inicio del partido, en el vestuario preparándose para lo que está por venir, en el calentamiento previo poniéndose a tono físico y mental, mientras se está en el banquillo animando a las compañeras, en el descanso atendiendo a las explicaciones de los entrenadores si las dan, y al final del partido saludando al adversario y volviendo a la calma.
Al principio los más jóvenes no entienden esas circunstancias. Si no están en pista todo lo demás no importa, así son muchas las ocasiones en las que el banquillo es un grupo de gente que está a su aire sin importarles lo que pasa en la pista, sin animar, sin escuchar lo que dice el entrenador, y en definitiva, sin estar centrados en el juego.
Un ejemplo de ese partido que también se juega en el banquillo lo explicaba otro mítico entrenador, Phil Jackson, en uno de sus libros, cuando contaba una anécdota (en su etapa como jugador) por la que su entrenador le preguntó una vez que estaba en el banquillo por cuánto tiempo quedaba y él se limitó a decir el tiempo de partido… y entonces el entrenador le recriminó que se refería al tiempo de posesión del que no tenía ni idea. Y cómo de importante era saberlo porque en caso de tener que salir a pista podía “comerse” la posesión.
Siguiendo con el juego fuera de la pista, ¿cuán importantes son las palabras de ánimo que da un jugador de banquillo a otro que está en pista y acaba de fallar? ¿Qué importante es atender al juego para ver cómo juega el equipo contrario para saber cómo defender si sales a cancha? Y, así con más y más ejemplos, que pueden determinar que el equipo juegue mejor y tenga más posibilidades de ganar.
Mejora individual, mejora colectiva
Pepe Laso, entrenador y padre de otro exitoso entrenador, Pablo Laso, dijo en una ocasión que el baloncesto era un deporte individual que se jugaba en equipo. Esto que leído así puede resultar extraño, no quiere decir más que cada jugadora debe ser responsable de su mejora individual para conseguir así mejorar a su equipo.
El punto de egoísmo del jugador de baloncesto sólo debe pasar por el entrenamiento individual que contribuya a mejorar el colectivo. Todo lo demás que haga antes, durante y después de un partido deberá encaminarse a mejorar a sus compañeros, y, por tanto, a su equipo para hacer el mejor juego posible.
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